El asunto del diario de domingo. Los domingos son días muy extraños, muy melancólicos. Ya había escrito antes de lo extraño de la identidad de las ciudades, sería bueno manifestarlo aquí también. Será en otra ocasión.
El domingo. Para ser sincero nunca me gustaron los domingos... [tal vez en 1999 un poco, sobretodo a las 5 pm en el colegio Calansaz de Bogotá] los domingos son días muertos, uno no encuentra nada que hacer, siente cierta tristeza que el fin de semana se acaba y por otro lado se acerca la noche y todas las labores pendientes no se han hecho. Estoy muy cansado de los domingos.
Este domingo era un caso extraño, como todo lo extraño que pueda suceder vivir en una ciudad ajena a uno. Cada vez que me levanto y es domingo siento cierta incapacidad de adaptarme, es un malestar insoportable, es saber que si bien en Bogotá los domingos son días de ser un tipo nada de nada, ahora extraño ese mismo ser un tipo nada de nada. Ahora las maniobras que uno desarrolla para hacerlo menos insoportable. Maniobras como desayunar. Es tan extraño que no se llega al almuerzo de domingo, que tantas veces m ausenté, ahora me hace tanta falta. Y bueno las fotos hablarán por si solas.
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